Las raíces-ramas del árbol son, igualmente, elementos sustanciales en su obra. Es el árbol uno de los elementos simbólicos más frecuentes en todas las tradiciones culturales, bien en su correspondencia con figuras divinas (Attis-Abeto; Osiris-Cedro; Apolo-Laurel…) o en asociación a la personificación de las cualidades de un pueblo entero (Celtas-Encina; Escandinavos-Fresno; Germanos-Tilo; Hindúes-Higuera…). Como imagen simbólica vertical es posible ver en su forma un vehículo de contacto directo y transmisión entre el mundo de lo subterráneo (en tanto que origen) y el mundo de lo aéreo (en cuanto que horizonte y culminación). El árbol de la vida, arbor vitae, y el árbol de la muerte, arbor mortem, son el mismo y uno, y relacionan los tres mundos, el inferior de las raíces (ctónico o infernal), el central del tronco (terrestre o de la manifestación), y el superior de las ramas (celeste). Y sin embargo, a pesar de todo lo dicho, la interpretación simbólica resulta una senda inescrutable pues el símbolo mismo existe con anterioridad a cualquier texto dado y con independencia del mismo. “Llega a la memoria del escritor desde la memoria profunda de la cultura y revive en el nuevo texto como el grano caído en territorio nuevo”, nos indica el semiólogo ruso Lotman.
Ivan de La Torre Amerighi