Sin lugar a duda, la violencia, ha sufrido en ese paseo temporal, numerosas transformaciones; transformaciones que no parecen haber aprendido de sus errores, sino que los prolongan en un orden plural de servilismo a la ilógica capacidad del ser humano por inadaptarse a una “ética natural”. En una época como la nuestra donde hemos aprendido a vivir con un eterno cotidiano violento, cabría hacernos la pregunta: ¿puede todavía el ser humano reaccionar ante ese mercado insensible que anega a una sociedad falta de principios o, por el contrario, hemos cambiado ese alma a la que hacía referencia Horacio, para adentrarnos en una realidad desconsoladora aceptada por ilusa lejanía?